miércoles, 26 de octubre de 2011

EL CUENTO DE LAS COSTOSÍSIMAS LAGRIMAS DE PERLAS



Hubo una vez una niña que vivía junto al mar, que cuando lloraba llenaba la casa de hermosas y blancas perlas, ya que sus lágrimas se convertían en ellas cuando salían de sus ojos, su padre las recogía y gracias a ello vivían con muchas comodidades, no había manera de que la niña estuviera risueña, siempre se encontraba pensativa y triste, quizá preocupada por el extraño fenómeno que la apartaba de otros niños y la hacía diferente.
De muy lejos llegó un príncipe atraído por la fama del fenómeno y le propuso matrimonio, así, con la idea de salir de aquel lugar en el que era una solitaria, accedió la princesa y se fue al reino de su nuevo marido.
Todo lo que encontró allí fue incomprensión, el príncipe era avaricioso y procuraba que su mujer llorara cada día para conseguir muchas cosas de valor y rodearse de lujo.
Parecía que el don con el que había nacido no la dejaría ser feliz, aunque al parecer hacía feliz a su acompañante, y así hubiera sido si un día no hubiera pensado que ya era suficiente y que nadie llegaría a salvarla de su suerte, ese día salió del palacio sin dificultad ya que nadie esperaba que escapara por sí misma y no estaba vigilada.
Ando por los caminos y llego a una ciudad donde era una más, nadie sabía de su don, así que se propuso seriamente no volver a llorar para no darlo a conocer, comenzó a ser muy feliz y ello llevo a que incluso riera y cual no fue la sorpresa de todos cuando su risa convertía, mientras duraba, en diamantes todo el cristal que hubiera a su alrededor, al fin otro don nuevo y desconocido fue su salvación, porque desde aquel día todo el mundo procuraba que siempre se sintiera querida y feliz para gozar de su gratificante y enriquecedora sonrisa.

3 comentarios:

  1. ¡Cómo me gusta este cuento, Carlota!

    Gracias.

    Bonitos sueños. Un abrazo.

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  2. Anderea, lo que más me gustaba del cuento es que la princesa no necesitó a nadie para salvarse, ni esperar a que la sacaran de allí como las pasivas princesas, sino que ella se fue y que termina bien sin necesidad de comer perdices con otro principe, solo ella, es bueno compartir pero no por obligación o necesidad, me decía mi padre.
    Muchos besos, Carlota

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  3. Mi análisis era más simple, creo: los demás nos pueden querer para su beneficio sin que les importe nuestro sufrimiento o nos pueden querer para su bien y el nuestro.

    Lo que tú ves me parece interesante también.

    ¡Me quedo con todo!

    Gracias, Carlota. Buen fin de semana.

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