Bella soy, oh mortales, como un sueño de piedra,
mi seno, en el que unos y otros se nutrieron,
se hizo para inspirar el amor al poeta,
un sueño silencioso, cual la materia eterno.
Esfinge incomprendida, es el azul mi trono;
tiene mi alma de nieve la blancura del cisne;
odio los movimientos que destruyen las líneas,
mi corazón no llora jamás ni jamás ríe.
Los poetas, mirando mis grandes actitudes,
que yo doy a los más hermosos monumentos,
dedican los estudios de sus mejores días.
Los fascino y les hago mis dóciles amantes,
con el espejo de las bellas realidades
que en mis profundos ojos eternamente brillan.