sábado, 6 de marzo de 2010

MARINAS


De los mares azules en lo profundo,
entre las enramadas de los corales,
las conchas y las algas tienen un mundo
oculto a las miradas de los mortales.
A través de las aguas refulge el cielo;
las nubes son de espuma, de oro la arena,
los peces de las aves fingen el vuelo
y el secreto palacio se alza en el suelo
de la Sirena.

Arriba, de las aguas en la llanura,
el silencio profundo, la augusta calma,
la luna solitaria sobre la altura,
la brisa que en la orilla mece la palma,
el faro vigilante con sus destellos,
la lujuriosa costa, de árboles llena,
el viento rumoroso que gime en ellos
y juega, entre las sombras, con los cabellos
de la Sirena.

Otras veces, temblando desfallecida,
la tímida gaviota su vuelo abate
y cae, como la alondra del plomo herida,
de las revueltas olas en el combate.
Del viento a los ultrajes, la jarcia cruje,
la tempestad gigante se agita y truena,
azota el mar la costa con férreo empuje
y apaga el canto el agua, que airada ruge,
de la Sirena.

¡Oh mar! Feliz quien pudo ver tus montañas
y mirar con delicia tus densas brumas.
Está de vida un germen en tus entrañas,
aunque la muerte llevas en tus espumas.
Para cantar tu ceño, tu eterno ruido,
la fuerza misteriosa que te encadena,
cuanto en tu oscuro seno se halla escondido,
hace falta ese acorde jamás sentido
de la Sirena.
(Antonio Zozaya)

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