sábado, 20 de noviembre de 2010

MORIR Y VIVIR PARA SIEMPRE



Kleobis y Bitón
“Habiendo dado al pueblo que a la fiesta concurría este tierno espectáculo, les sobrevino el término de su carrera del modo más apetecible y más digno de envidia; queriendo mostrar en ellos el cielo que a los hombres a veces les conviene más morir que vivir. Porque como los ciudadanos de Argos, rodeando a los dos jóvenes celebrasen encarecidamente su resolución, y las ciudadanas llamasen dichosa la madre que les había dado el ser, ella muy complacida por aquel ejemplo de piedad filial, y muy ufana con los aplausos, pidió a la diosa Juno delante de su estatua que se dignase conceder a sus hijos Cleobis y Biton, en premio de haberla honrado tanto, la mayor gracia que ningún mortal hubiese jamás recibido. Hecha esta súplica, asistieron los dos al sacrificio y al espléndido banquete, y después se fueron a dormir en el mismo lugar sagrado, donde les cogió un sueño tan profundo que nunca más despertaron de él. Los Argivos honraron su memoria y dedicaron sus retratos en Delfos considerándolos como a unos varones esclarecidos.”

(Herodoto de Halicarnaso, “Los nueve libros de historia”, Libro I, XXXI)

Dormir y no volver a despertar en la juventud, tras un día de gloria, es para el pensamiento más antiguo un digno regalo, ya que nada podrá perturbar la felicidad si no existe la vida, ni contrariedades, ni desamores, ni la temida vejez.
Volver a un apacible seno del que se partió, al lugar donde estabas antes de ser y sentir.

La otra cara de la inmortalidad o de una larga vida, como la de los Patriarcas bíblicos o reyes legendarios sumerios, es vivir, plenamente y con rapidez, lo mejor que puede ofrecer la humanidad sin dar tiempo a probar los sinsabores, y permanecer en la memoria de generaciones con la impronta de vigor y belleza intemporal que provoca el trágico fin.
Cleobis and Biton, by Nicolas Loir

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