“…Y el gran lobo, humilde: -”¡Es duro el invierno, - Y es horrible el hambre!
En el bosque helado no hallé qué comer; ……….. - Y así, me apalearon y me echaron fuera. - Y su risa fue como un agua hirviente, - y entre mis entrañas revivió la fiera; - y me sentí lobo malo de repente;…”
(Los motivos del lobo, de Rubén Darío)
Una mujer que atrae al hombre a su perdición recuerda a una sirena, pero quizá tuvo un motivo más que la traición y la frialdad cuando sonsacó el secreto que acabó con la fuerza de Sansón y le sometió, para luego perderle.
Tal vez incluso lamentó perder al hombre que finalmente y con gran trabajo sedujo, un hombre que ya había amado y perdido a la mujer objeto de su amor, y por tanto, era muy difícil de volver a conquistar, de incitarle a olvidar la prudencia y volver a abandonarse en los brazos de ninguna mujer.
Un hombre, una mujer, y dos caminos, amor y odio, no hay frontera, las pasiones acaban igualmente con la destrucción de uno o de los dos amantes, luego nace su mito.
Solo era un trabajo, una obligación quizá, debida a la lealtad a su pueblo herido por el héroe, tal vez quedó tras la traición el sabor acre que deja el cumplimiento del deber, contra el propio deseo.
¿Sansón pudo salvarse amándola? solo encontró un gran vació cuando se miró en sus ojos, vio sombras de otra mirada esperada, y eso fue el fin.