Desde la alta terraza miramar
contemplaba las olas tumultuarias,
cubriendo como losas lapidarias
la tumba de la barca de pescar.
La misma que yo viera naufragar
frente a las costas inhospitalarias
de aquellas toscas tierras solitarias
que asaltaba contínuo pujamar.
¡Ay, del pobre infeliz nauta perdido
y en la vorágine del mar bandera!
¡Junto a la costa y al destino rendido
ya enfrente mismo de su salvación!...
Me figuré que tú eras la escollera
y la nave, ¡oh mujer!, mi corazón.
(Juan Manuel Naveros Burgos)
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