Perdonad mi intervención después del anterior cuplé.
Creeréis acaso que voy a interpretar alguna de las canciones
de mi repertorio, ¿verdad?
Nada de eso, escuchad:
“Había una duquesita en Versalles, que era dulce y galante,
pero loca e inconstante, se llamaba Mari Flor, y su belleza y su porte
consiguieron que el amor reinara en toda la corte; todo el mundo la quería,
pero había especialmente un marqués que la seguía con pasiones de vehemente, no
era el solo quien la amaba, pues había un gran poeta que noche le cantaba esta
dulce cancioneta:
“Niña ideal, Mari Flor, mi gentil duquesita
oye el cantar del que te ama con ansia infinita”
El marqués y la coqueta se casaron, y aquel día, en el alma
del poeta, un odio feroz nacía y cuando estalló en la villa la Revolución
famosa, se convirtió en cabecilla de la plebe tumultuosa.
Buscó a su antigua adorada y a muerte la condenó
Y una tarde, maniatada, al cadalso la llevó
Y mientras la guillotina segaba su cuello hermoso se oyó la
trova divina del amante rencoroso:
“Niña ideal, Mari Flor, mi gentil duquesita
oye el cantar del que te ama con ansia infinita”
Calló el siniestro poeta, se oyó un rumor en las calles, y
así, murió, la coqueta, Duquesita de Versalles.
(No conozco a el autor de estos versos, era una cancionela
que entonaba mi madre para dormirme de pequeña).