martes, 5 de enero de 2010

¿Una rosa sin espinas?


En los cuentos de hadas está el recuerdo más antiguo de nuestra raza, los mitos encierran un embrión de verdad por el que fueron inventados, este principio se adorna con la leyenda, pero siempre está dentro de ella para el que sabe buscar.
El príncipe debe en muchos cuentos de hadas rescatar a la pasiva princesa prisionera de un monstruo marino, mitad reptil mitad pez, que la tiene cautiva, con todo tipo de medios (tramposos y poco heroicos a veces, como capas de invisibilidad, espadas invencibles, escudos mágicos) el príncipe finalmente vence y mata al monstruo-dragón primordial liberando a la princesa que queda libre y rescatada de esa parte monstruosa de su existencia, separada de su forma salvaje y marítima, de aquella que puede defenderse, aunque no de “armas invencibles”, entonces la doncella es devuelta a una existencia de pacífica y sumisa mujer-princesa y aceptada, por el vencedor de ella misma, como trofeo.
La mujer primitiva que tiene esa parte salvaje y retadora es rechazada, como la primigenia Lilith bíblica, cambiada por una sosegada y transformada Eva vencida y sometida a su compañero.
Así se parte a la sirena en dos, separando a la mujer del pez, visto como parte monstruosa e inaceptable, impidiendo que existan dos naturalezas complementarias en ella, la húmeda, oceánica y fuerte, con la seca, terrestre y débil.
El hombre pierde así la posibilidad de habitar el mundo marino, en el que quedan solas las sirenas no vencidas, y saca a su mundo solo a la parte aceptable y seca de su compañera mujer.
Toda sirena vencida se siente por siempre incompleta y rota y busca sin encontrar en toda su eternidad temporal esa mitad que le han quitado sin recordar a veces lo que realmente es.

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