Miraba el surtidor de perlas fuente,
que al subir salpicaba azul risueño,
caía en menuda lluvía frente
al rosicler del día.
De tus ojos el iris reluciente
quise mirar con loco empeño;
más cegado en su intensa luz ardiente
dominado quedé.
Y bañado en tu luz divina todo,
del jardín en los ámbitos floridos,
te sentía temblar del mismo modo
que del surtidor tiembla la canción.
Yo besaré tus labios florecidos
y te haré sentir mi corazón.
(Juan Manuel Naveros Burgos)
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